04 nov 2014

“Cada documento encierra una vida, y cada vida una lección”

El entusiasmo, pasión y entrega con la que Verónica Sierra habla sobre los niños y niñas de la Guerra genera una doble reacción: una profunda empatía hacia aquellos menores que debieron abandonarlo todo y curiosidad por conocer más datos sobre una de las historias más trágicas de la Guerra Civil. Entrevistamos a la profesora de la Universidad de Alcalá y directora científica de la exposición ‘Entre España y Rusia. Recuperando la historia de los Niños de la Guerra', que puede verse en el Museo de la Autonomía de Andalucía hasta el 28 de noviembre y que ha congregado a expertas y testimonios personales en tres mesas redondas sobre el exilio infantil. Su línea principal de trabajo es el estudio de los testimonios escritos de carácter personal, sobre todo la correspondencia privada, durante la Guerra Civil y la Dictadura franquista prestando especial atención a los niños, a los soldados, a los exiliados y a los presos. Confiesa que esta exposición nació de "la necesidad de devolver a todas las personas que me habían regalado su testimonio, bien escrito, bien oral, su ayuda generosa y desinteresada".

PREGUNTA: ¿De dónde surge la idea de montar la exposición ‘Entre España y Rusia. Recuperando la historia de los niños de la guerra'?

RESPUESTA: Después de que publiqué en 2009 el libro Palabras huérfanas. Los niños y la Guerra Civil (ed. Taurus), fruto de mi Tesis Doctoral, donde reconstruyo la historia de los niños y niñas evacuados al extranjero durante la Guerra Civil española, especialmente a la URSS, a través de sus documentos personales, fundamentalmente cartas, aunque también memorias, diarios, dibujos y redacciones escolares..., sentí la necesidad de devolver a todas las personas que me habían regalado su testimonio, bien escrito, bien oral, su ayuda generosa y desinteresada. De ahí que decidiera presentar un proyecto para montar la exposición a la convocatoria de las Ayudas para el desarrollo de actividades relacionadas con las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo convocadas en 2012 por última vez por el Ministerio de la Presidencia. Conseguí una de las ayudas y gracias a ello pude, junto a mi equipo de trabajo, hacer esta exposición, que tiene como fin ser un homenaje a todos aquellos menores que sufrieron las consecuencias de aquella guerra, sobre todo a los que tuvieron que abandonarlo todo para poder sobrevivir.

P: En esta exposición se da prioridad a la historia de aquellos niños y niñas a través de sus propias palabras, ¿qué tipo de fuentes emplearon, cómo fue el trabajo con ellas, de dónde procedían principalmente?

R: Frente a la historia narrada en la documentación oficial y en la prensa del momento, sobradamente conocida gracias a la publicación de numerosos trabajos sobre los Niños de la Guerra que han visto la luz en las últimas décadas, nuestra intención fue emplear la documentación producida por los protagonistas de esta historia que queríamos contar tanto durante su infancia como durante su vida adulta. Así, empleamos sus dibujos, sus diarios, sus trabajos escolares y, sobre todo, las cartas que escribieron a sus padres, a otros familiares y a distintos organismos asistenciales, documentación toda ella producida durante su evacuación y posterior exilio; al igual que para la vida adulta rescatamos sus memorias y autobiografías (muchas de ellas publicadas, pero otras inéditas), y sus testimonios orales (recogidos previamente por otros investigadores). La procedencia de todas estas fuentes es muy diversa: algunas se conservan en archivos, centros documentales, bibliotecas y museos públicos, como el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares), el Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca) o la Biblioteca Nacional de España (Madrid), por citar los de mayor entidad a nivel nacional, o por ejemplo, si hablamos del extranjero, en el archivo del AMSAB-Institut voor Sociales Geschiedenis (Gante), el Archivo General de la Nación (Ciudad de México) o el Centre d´Études et de Documentation Guerre et Societès Contemporaines (Bruselas); otros en las sedes de Fundaciones y asociaciones políticas y asistenciales (como la Fundación Francisco Largo Caballero, la Fundación Pablo Iglesias, la Asociación Guerra y Exilio, el Archivo Histórico del Partido Comunista de España, la Asociación de Niños de la Guerra de Namur o la Asociación de Niños de la Guerra de Lieja y alrededores); y un buen número de ellos se encuentran en manos particulares, en archivos y colecciones privadas.

Trabajar con documentación personal supone siempre una dificultad mayor que trabajar con documentación oficial, ya que la implicación emocional es mucho más elevada y mantener la objetividad resulta a veces muy complicado, aparte de que no siempre resulta fácil contrastar la información que estos documentos contienen.

P: Del estudio de esa gran variedad de documentos y testimonios, ¿hay alguno que recuerde especialmente?

R: Cada uno de los documentos, bien fotográficos, bien orales, bien escritos que hemos empleado para armar la exposición tienen detrás una historia, y cada una de esas historias es para mí igual de importante, así que me resulta difícil elegir o destacar una de ellas sobre el resto. Los dibujos de los niños y niñas en los que se representa la guerra, las cartas a sus familias en las que les cuentan su viaje como si de una gran aventura se tratase, esas otras cartas que envían a las Delegaciones de Asistencia Social porque no tienen noticias de sus seres queridos y temen que les haya ocurrido algo, las fotografías en los barcos, camino del exilio, o en los campos de concentración, esperando a recibir la comida o la atención médica, los extractos de los diarios de guerra cuando son ya adolescentes comprometidos y no dudan en combatir al lado de quienes les salvaron de las bombas... Cada documento encierra una vida, y cada vida una lección que todos debemos aprender.

P: Sus vidas fueron especialmente complicadas y tuvieron que sobreponerse a numerosos episodios trágicos: la evacuación y separación de sus familias, la adaptación a Rusia, las consecuencias de la II Guerra Mundial y el difícil retorno a España. Según sus testimonios ¿cuál de ellos fue el más difícil de superar?

R: Cada etapa tuvo sus dificultades, sin duda. La tristeza de la separación y la salida de España, sin embargo, enseguida fueron superadas gracias a la novedad que el viaje en barco y la aventura de llegar a tierras extrañas. Estar en un país distinto, ser acogidos como si fueran héroes, disfrutar de un sinfín de privilegios y atenciones, etc., hicieron desde luego que ese trágico momento de la despedida que se vivió en los puertos al embarcar fuese menos duro. La vida en las distintas Casas de Niños que el Gobierno soviético acondicionó para los pequeños evacuados fue un oasis en medio de la desdicha que al estallar la II Guerra Mundial se destruyó por completo. La evacuación de estas Casas y los durísimos años de la guerra y de la posguerra en la URSS constituyen, quizás, el período más complicado para los niños, muchos ya jóvenes, abandonados a su suerte, que tuvieron que sobrevivir como pudieron. El retorno fue para muchos imposible, para otros, sencillamente impensable. De los que retornaron, el impacto que supuso volver a la España franquista fue brutal: familias desestructuradas, reencuentros fallidos, problemas para que se reconocieran sus títulos o los matrimonios civiles, interrogatorios y persecuciones continuas, etc. La historia del retorno fue para muchos una historia de silencios, desprecios y promesas incumplidas.

P: ¿Qué diferencias existen entre los niños que fueron evacuados a Rusia y a aquellos que embarcaron hacia países americanos como México, Chile o República Dominicana?

R: Todos los niños y niñas, independientemente de su destino final, sufrieron enormemente la separación familiar, de la que nunca se recuperaron; tuvieron infinitas veces miedo a lo desconocido, que afrontaron como buenamente pudieron, apoyándose los unos en los otros; y se sintieron completamente extraños en un país que no era el suyo hasta que lograron adaptarse a la nueva vida que les brindaban quienes habían decidido acogerles para alejarles de los efectos de la guerra. La diferencia fundamental entre los menores que fueron a parar a Latinoamérica y los que fueron evacuados a la URSS fue que la proporción de las familias que pudieron reencontrarse fue mucho mayor al otro lado del Atlántico y prácticamente inexistente en la URSS. Muchos de los padres, madres y hermanos de los niños y niñas tras la guerra se exiliaron a Francia, y los que tuvieron suerte pudieron, antes o después, conseguir un pasaje para cruzar el Océano. Las autoridades de los países de acogida latinoamericanos, como México, por ejemplo, potenciaron la reunión familiar, y dieron prioridad a los exiliados que tenían ya familiares en el país.

P: ¿Se tienen datos sobre los niños andaluces evacuados durante el conflicto?

R: De los 2.985 menores evacuados a la URSS en las 4 expediciones oficiales organizadas por el Gobierno republicano entre junio de 1937 y octubre de 1938, tan sólo se tiene constancia de la presencia de niños andaluces en la primera, que fue controlada por el Ministerio de Instrucción Pública y salió de Valencia el 21 de marzo de 1937 a bordo del buque mercante Cabo de Palos. No se conoce el número exacto de menores que conformaron esta expedición, las cifras que se barajan se sitúan entre 72 y 88, siendo en su mayoría madrileños que habían sido evacuados de la capital a distintas colonias levantinas. Junto a ellos, varios de los niños y niñas eran valencianos, alicantinos y andaluces, sobre todo de Málaga y Almería. Esta expedición atracó en Yalta (Ucrania) el 28 de marzo de 1937. Después de pasar el verano en un balneario a orillas del Mar Negro, Artek (Crimea), fueron trasladados a Moscú, donde ocuparon la primera Casa de Niños Españoles en la URSS, conocida como "La Pequeña España", y ubicada en la calle Bolshaia Pirogóvskaia.

P: La vuelta a España de los niños de Rusia se desarrolló en dos etapas diferentes, en la década de los 50 cuando se reactivaron las relaciones diplomáticas entre España y la Unión Soviética; y a mediados de los 70 cuando fallece Francisco Franco. ¿Qué panorama encuentran estos españoles retornados en uno y otro momento?

R: Más de la mitad de los españoles que retornaron a España en la década de los 50 regresaron a la Unión Soviética. Las numerosas dificultades que encontraron para vivir en paz en la España franquista, así como las expectativas laborales y familiares truncadas, propiciaron que el sueño que les había acompañado durante más de 20 años de volver a su país natal se desvaneciera rápidamente y decidieran volver a la vida que habían ya construido en la URSS.

Las repatriaciones que tuvieron lugar después, durante la Guerra Fría, en las décadas de los 60 y 70, fueron muy distintas, en gran medida porque no tuvieron el carácter masivo de las primeras, como también lo fueron las que se desarrollaron en los 80 y los 90, ya que muchos de los ellos emigraron forzosa y precipitadamente por la necesidad de escapar de un país que ya no reconocían y en el que no querían estar, y sobre todo, por el deseo de vivir su senectud en el país que les vio nacer, y que para muchos debía ser también el que les viera morir.

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