En los siglos XVIII y XIX los adinerados jóvenes anglosajones tenían por costumbre viajar a los países de cultura clásica -fundamentalmente a Italia y Grecia- como parte de su formación antes de contraer matrimonio. Con la llegada de la época contemporánea este viaje, conocido como el Grand Tour, amplió sus horizontes incorporando a Andalucía en su cartografía. Vista como una tierra exótica y diferente, más accesible, segura y barata que un viaje a oriente, Andalucía se convirtió en un destino posible dentro de la incipiente industria turística de la segunda mitad del XIX. Al calor de la llegada de estos viajeros, atraídos por unos reclamos que los mismos vecinos no dejaban de considerar sorprendentes, la economía local comenzó a construir, de manera humilde, esta industria del porvenir que se vio favorecida por la mejora de los transportes: se acondicionaron y crearon nuevos alojamientos, se abrieron academias de baile, se prepararon estudios de fotografía para hacer retratos vestidos con trajes típicos a modo de recuerdos, se comenzaron a vender souvenirs, etc.
De este modo nació en la región andaluza una industria que, con el paso de los años, se convirtió en un pujante motor económico, como demuestra que a finales del siglo pasado llegase a aportar nada menos que el 14% del PIB. El dosier del último número de la revista Andalucía en la Historia, una publicación editada por el Centro de Estudios Andaluces y dirigida por el profesor de la Universidad de Córdoba Manuel Peña Díaz, recorre la fascinante historia de este sector, desde sus tímidos orígenes ligados a los mitos románticos hasta el inicio de la presente centuria en la que el sector se ha diversificado con éxito.
El dosier, coordinado por el profesor de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Málaga, Carmelo Pellejero Martínez, arranca en la construcción de Andalucía como nuevo destino en el siglo XIX, de la mano de la profesora de arte dramático de Sevilla, Rocío Plaza Orellana, y se detiene en la primera edad de oro del turismo andaluz que se dio una vez finalizada la Primera Guerra Mundial. A pesar de los avances experimentados en la industria turística local, lo cierto es que a principios del siglo pasado el mercado turístico andaluz era todavía muy endeble y estaba centrado casi con exclusividad en la visita a las grandes ciudades patrimoniales: Granada, Sevilla y Córdoba. Hubo que esperar a la prosperidad económica de los años veinte para que la actividad turística se generalizase entre todas las capas sociales y ampliase su marco geográfico. Fueron estos unos años en los que destacaron las localidades costeras gaditanas -en especial Sanlúcar de Barrameda- como polo de atracción de visitantes y en los que se llevaron a cabo iniciativas tan importantes como la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 o el impulso a la promoción turística auspiciado por distintas instituciones y administraciones, como recuerda la investigadora Ana Moreno Garrido de la UNED.
La prosperidad experimentada por la economía mundial entre 1950 y 1973, la generalización de las vacaciones pagadas y el avance de los transportes, en especial el aéreo motivaron la llegada masiva de turistas extranjeros a la región andaluza atraídos por el binomio de sol y playa, en un fenómeno que ha sido bautizado como “el boom del turismo”. Como recuerda en este dosier Marta Luque Aranda, de la Universidad de Málaga, las llegadas de turistas internacionales a Andalucía crecieron en esas fechas a una tasa anual acumulada del 9,1%, siendo Málaga la provincia que más visitantes atrajo. Para cerrar el este especial, el profesor Pellejero recorre las complicadas décadas de los años 70, 80 y 90 del siglo pasado, jalonadas por crisis, pero también por el crecimiento cíclico de un sector turístico que supo especializarse con profesionalidad para continuar como sector clave de la economía y sociedad andaluza.
Asimismo la revista ofrece un recorrido por la actualidad de la historia con la publicación de varios artículos sobre temas tan trascendentales de nuestro pasado como la batalla de las Navas de Tolosa (que en julio celebra su 800 aniversario), la Guerra Civil (de la que han pasado 75 años) contada por Manuel Chaves Nogales, el regreso a Andalucía de la Inmaculada de Murillo expoliada por las tropas napoleónicas, el papel de las mujeres en la época de las Cortes de Cádiz, etc. La revista se completa con una entrevista al hispanista Geoffrey Parker, un recorrido por la catedral de Almería y otro por la Corduba romana, un artículo sobre las danzas de espadas, cuyo origen se remonta al siglo XV, y otro sobre la generalización de la tenencia de mascotas en la Andalucía de 1800. Como es habitual, la revista cierra sus contenidos con varias reseñas de libros.
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