“La divulgación histórica es como un coche: ambos son artefactos muy útiles, pero que mal utilizados pueden hacer mucho daño”. Con este símil lanzado por Juan Eslava Galán arrancó el sábado 11 de mayo el debate sobre divulgación histórica organizado por el Centro de Estudios Andaluces en la Feria del Libro de Sevilla, una mesa redonda con la que la fundación celebró el décimo año de vida de su revista ‘Andalucía en la Historia’.
Los tres participantes en el debate, la periodista, escritora y divulgadora de la historia, Eva Díaz Pérez, el profesor de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba y director de la revista ‘Andalucía en la Historia’, Manuel Peña Díaz, y el escritor y divulgador de la historia, Juan Eslava Galán, moderados por la directora del Centro de Estudios Andaluces, Mercedes de Pablos, se aprestaron a desentrañar las “virtudes, retos y riesgos” de la divulgación histórica, así como los papeles que juegan en este difícil pero popular género los historiadores, novelistas, periodistas y hasta guionistas de televisión.
Todos ellos coincidieron en la necesidad de establecer “un nivel intermedio” (Juan Eslava), un “puente” (Eva Díaz) o un “género híbrido, a caballo entre la historia y el periodismo” (Manuel Peña) para llevar las investigaciones nacidas en el mundo académico al gran público interesado en la historia. Y es que la esfera universitaria a menudo adolece de una “excesiva erudición”, en opinión de Juan Eslava Galán. El divulgador de la historia tiene, por tanto, el deber de escribir claro para el gran público que no maneja las claves ni tiene los conocimientos previos que sí tienen los investigadores.“Debemos ser capaces de explicar qué es el epipaleolítico incluso sin usar esa palabra”, resumió el autor de ‘Historia para España contada para escépticos’.
En cualquier caso, desde el cambio de siglo el recelo que los investigadores tenían hacia la divulgación histórica ha ido desapareciendo, al asumir paulatinamente la necesidad de tener una mayor visibilidad. “Antes a los que hacíamos también divulgación nos tildaban de ‘publicistas’ -recordó Manuel Peña- pero desde el año 2000 la opinión del ‘gremio’ ha cambiado a favor de la divulgación”.
Quizá este cambio en la actitud de los historiadores hacia la divulgación se ha producido ante la certeza de que si no son ellos mismos los que se suben al barco de la divulgación serán (y son) otros los que lo hagan, algunos de ellos careciendo del menor rigor. Ese es el caso, por ejemplo, de muchas series históricas españolas de televisión “algunas de ellas auténticos bodrios, capaces de poner a un ninja en pleno siglo XVI”, comentó Eslava Galán, para quien estas series “deben entretener a la gente, pero también ser rigurosas”. Normalmente, los historiadores españoles son “convidados de piedra” en esas producciones audiovisuales, ya que nunca se les consulta, algo que por ejemplo no ocurre en el caso de las producciones británicas.
Una de las dificultades que, en opinión de Eva Díaz Pérez, tienen algunos historiadores al ponerse el traje de divulgadores es precisamente la de dotar a su relato de “calidad narrativa”, un elemento que sin embargo sí dominan a la perfección algunos escritores de novela histórica, así como muchos periodistas culturales , quienes también se esfuerzan, con mayor o menor éxito, en tener buenos conocimientos de historia. Apreciación que comparte Juan Eslava para quien además de informar, los divulgadores de la historia deben “entretener” y no detenerse en extensas notas a pie de página. Para Manuel Peña, el problema en este sentido reside en que los narradores y periodistas escogen un único camino para seguir su relato, mientas que los historiadores saben que la realidad es más compleja y deciden transitar todas las vías: “no hay una única explicación para la Inquisición sino varias y diversas”, apostilló a modo de ejemplo.
Sin embargo, tanto Eslava Galán como Peña coinciden a la hora de señalar que, tal y como propugnaba la teoría de los paradigmas de Thomas Kuhn, la historia “es una ciencia en la que cada generación corrige lo que ha dicho la anterior”; pero además la historia es un arte: “el arte de la memoria”.
A lo largo del debate, que contó con una nutrida asistencia de público, los ponentes criticaron el peligro que corre la historia hoy en algunas comunidades autónomas, sobre todo en Cataluña y el País Vasco, con “historiadores apesebrados por los políticos” que no dudan en manipular la historia para amoldarla a determinados intereses del presente, algo que sin embargo no se da en Andalucía, donde hay más rigor en el tratamiento de nuestro pasado.
Para concluir, la moderadora pidió a los ponentes una triple recomendación para el público: una novela, una película y una monografía históricas. Petición que Manuel Peña resolvió con ‘El queso y los gusanos’ de Carlo Ginzburg y ‘La Herencia del pasado’, de Ricardo García Cárcel; la película francesa ‘El retorno de Martin Guerre’ y las novelas ‘Carta del fin del mundo’, de José Manuel Fajardo y ‘El Hereje’, de Miguel Delibes. Por su parte, Eva Díaz recomendó el visionado del filme ‘Cromwell’, la lectura de ‘En busca del unicornio’, de Juan Eslava Galán, y del ensayo ‘La Sevilla de Olavide’, de Francisco Aguilar Piñal. Por último, Juan Eslava Galán sugirió leer ‘La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sender, la biografía que Paul Preston ha escrito de Santiago Carrillo, así como ver “cualquier película histórica inglesa sobre la época victoriana”.
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