La entrada de España en la modernidad se vio unas veces abortada y otras frenada por fuerzas involucionistas que se resistían a la pérdida de privilegios o deseaban abiertamente el retorno a una idealizada sociedad estamental. De entre esas fuerzas destacó la Iglesia, que se consideraba con el derecho a ejercer de tutora en todos los ámbitos de la vida social. Frente a quienes aspiraban a la libertad de cultos y a una sociedad laica, la Iglesia buscó sucesivamente el amparo del absolutismo, la monarquía conservadora, el régimen canovista, la dictadura de Primo de Rivera o los sublevados de 1936.
La respuesta al clericalismo adquirió manifestaciones muy diversas, desde la indiferencia a las prácticas religiosas a la literatura clerófoba; desde las mofas sacrílegas a la quema de templos; desde la medida decretada por una junta o comité revolucionario a la legislación estatal (desamortización, expulsión de los jesuitas, ley del candado, etc).
Aunque el anticlericalismo tuvo rasgos específicos en cada periodo histórico, lo cierto es que Andalucía siempre encabezó el fenómeno. No en vano y en contraste con las regiones del norte, era uno de los territorios de menor práctica religiosa, más allá de la espectacularidad con la cual los andaluces celebraban las festividades religiosas.
El último dosier de la revista Andalucía en la Historia, coordinado por el profesor de la Universidad de Granada Juan Manuel Barrios Rozúa, ahonda precisamente en los orígenes, causas y desarrollo de estos dos fenómenos “simbióticos”, como los califica el catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ricardo García Cárcel.
El dosier -en el que también escriben los profesores Emilio La Parra López, de la Universidad de Alicante, Antonio Moliner Prada, de la Universidad de Barcelona, y José-Leonardo Ruiz Sánchez, de la Universidad de Sevilla- ofrece a los lectores un recorrido por las últimas investigaciones en torno al estudio del anticlericalismo, las destrucciones iconoclastas, las derechas católicas o la implicación de la Iglesia en política, en un arco cronológico que arranca en el siglo de las luces, durante la crisis del Antiguo Régimen -fue entonces cuando la crítica deja de centrarse en los abusos de los miembros del clero os para lanzar sus dardos a la esencia de la propia institución eclesial como árbitro del poder temporal-, hasta los primeros años de la dictadura de Franco.
Por otra parte, el número 34 de la revista Andalucía en la Historia incluye artículos de diversa temática, como los relativos al comercio de aceite de oliva de la Bética, las biografías de los supuestos autores de los Plomos del Sacromonte; las causas del desempleo agrario andaluz en perspectiva histórica y el dibujo del primer mapa contemporáneo de Andalucía por parte de Napoleón.
Asimismo, en el año en que se cumple el 30 aniversario de la aprobación del Estatuto de Andalucía, la revista editada por el Centro de Estudios Andaluces, continúa su recorrido por los lugares y personajes protagonistas de la lucha por nuestro autogobierno, de la mano de Antonio Barragán Moriana (Universidad de Córdoba) y Francisco Acosta Ramírez (Universidad de Jaén), encargados de analizar el papel protagonista desempeñado por las asambleas regionalistas de Córdoba de 1919 y 1933.
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